Denibeé Yucuñana

Cuando inicié mi composición en homenaje a Rufino Tamayo, recordé que a la edad de 9 años, entré por primera vez en contacto con la pintura de este ilustre artista oaxaqueño. La experiencia fue en la ciudad de Florencia (1975), en un palacio del Renacimiento Italiano donde sus cuadros se exhibían de noche iluminados por lámparas cuya intensa luz blanca los hacía coincidir con los límites de los cuadros y estos, parecían suspendidos en el aire. Al final del recorrido, los asistentes pasábamos por una sala donde se proyectaba una entrevista con el pintor mexicano; en la misma, declaraba en un momento determinado que sus colores estaban impregnados de la luz del Valle de Oaxaca y que él, era hijo de padres zapotecos que tenían un puesto de venta de frutas en el mercado.

De este recuerdo surgió el título de la pieza que tiene un significado múltiple: "Denibee"¹ en lengua zapoteca y "Yucuñana"¹ en lengua mixteca son vocablos que quieren decir "Cerro del Tigre", que es a su vez el nombre de la calle de la Ciudad de México donde está la casa en que crecí y en donde a la fecha tengo mi estudio; las dos palabras indígenas en español se reconocen como "Monte Albán", que es el sitio arqueológico o acrópolis que desde la cima del cerro domina la vista del Valle de Oaxaca, donde Rufino Tamayo vio la primera luz y un infinito de ellas con las que pudo concebir un mundo de color de esencia profundamente mexicana. Por tanto, mi obra intenta ser, en términos musicales, una exploración de color y luz partiendo de lo etéreo y difuso a lo concreto y cálido.

—Gabriela Ortiz
Agosto de 1999

¹ Ver Enciclopedia de Mexico, segunda edición 1977, Torno XII, Zapotecas pags, 560 y 561.